domingo, 13 de mayo de 2012

Cuentos originales, sep, la versión real gore, no la de Disney+DJ


bueh no se que mierda publicar pero acá se publica algo todas las semanas, es la política del blog XD así que aporto algo que me pareció...interesante e.e (y que se encuentra poco). Son las versiones originales de varios cuentos de nuestra infancia, los eh sacado de distintas paginas y no recuerdo cuales así que si los reconocen digan XD. Osea estas son las versiones gores, primitivas y medievales así que no quiero sensiblones cuantocabroneros xD

Caperucita Roja
La versión original de Caperucita Roja relata cómo Caperucita ingiere la carne y la sangre de su propia abuela, como símbolo del paso de la juventud a la adultez, al hacer la sabiduría de su anciana abuela parte de ella misma al comerla. Venerar la experiencia de nuestros mayores fue una lección que se perdió en este cuento, gracias a la censura en aras de proteger las mentes de los niños de la violencia. ¿Cuántas historias más se habrán perdido en el tiempo? ¿Cuántas valiosas lecciones habrán desaparecido en aras de la protección de las inocentes mentes de los niños? No subestimen la comprensión de los niños, a veces son más conscientes de la situación que les rodea que los mismos adultos.
La sirenita
Sirenita es la sexta hija del Rey de los Mares y la menor. Poseía una voz maravillosa y se pasaba el día cantando. Y también tenía una gran curiosidad por la superficie. Pero como siempre le decía su madre, aún era muy joven para visitar la superficie. Cuando tuviera 15 años, podría subir. Sirenita mientras esperaba el gran día interrogaba sin cesar a sus hermanas mayores que podían visitar el reino de los hombres, por tener más de 15 años. Al llegar su cumpleaños su padre le da permiso para visitar la superficie y allí ve un barco, al acercarse oye a los marineros gritar en honor de su capitán, que cumple 20 años, y ella al ver al apuesto joven, se enamora de él. Una tormenta se desta y hace naufragar el barco, pero Sirenita salva al joven capitán y lo llevo a la orilla, donde permanece largas horas a su lado dándole calor.

Pero unas voces la hacen ir a esconderse al agua. Tres muchachas llegan y ven al príncipe y corren a socorrerlo. Éste se despierta y ve a la más joven de las tres y se enamora de ella, creyendo que ha sido esa chica quien lo ha salvado.

Sirenita vuelve a su hogar triste por tener que separarse de su amado, así que acude a la Hechicera de los Abismos para que le de piernas y ésta lo hace a cambio de la hermosa voz de Sirenita. La Hechicera le advierte que cada vez que camine sentirá un dolor atroz y que si el joven se casa con otra ella morirá convirtiéndose en espuma, pero a la sirena no le importa, y así bebe el brebaje de la bruja y tras sentir un fuerte dolor se desmaya, despertándose en la orilla, en brazos del joven, que la ha encontrado inconsciente y cree que es una náufraga como lo fue él. El joven que es el príncipe de un castillo cercano, la lleva y la cuida, teniendo gran afecto por ella pero no amor, pues está enamorado de la otra joven que le encontró en la orilla y a la que no ha vuelto a ver pues no era de ese país y se tuvo que marchar. Pero un día llega un barco al reino y esa joven baja de él, y el príncipe felíz, la pide en matrimonio y se casa con ella. La sirenita, que ya vivía sufriendo al saber que el príncipe no la amaba, siente ahora que su corazón se rompe. Y a bordo del barco en el que viajan los recién casados de viaje de novios, se prepara para morir.

Pero entonces oye a sus hermanas en el agua. Han visitado a la bruja en busca de una ayuda y ella les ha dado a cambio de sus hermosos cabellos un puñal mágico. Si Sirenita se lo clava al príncipe antes de que amanezca, será libre, volverá a ser una sirena y olvidará todas sus penas y será feliz.

Pero Sirenita en el último momento es incapaz de matar al hombre al que ama, y se lanza al agua en espera de que el sol salga y se convierta en espuma.


Sin embargo no muere, porque las hadas del viento la convierten en una de ellas en premio por su buen corazón, y vive así feliz una nueva vida...en el cielo.


Pulgarcito
Los leñadores en total tienen siete hijos, deciden abandonarlos por no tener el dinero para mantenerlos.
Pulgarcito escucha el plan, e idea una estrategia para volver. Viéndose nuevamente abandonados por sus padres en el bosque deciden pedir ayuda en la casa de unos ogros.
La mujer Ogro decide comerse a los siete hermanos, los que justamente coinciden en número con las hijas del ogro.
Estas ultimas, duermen con coronas en la cabeza, por lo que pulgarcito, enterado de que va ser cena de ogros, les quita las coronas y se las pone a sus hermanos.
Cuento corto, el ogro entra al dormitorio y degolla a sus siete hijas en vez de degollar a los abandonados.
Pulgarcito y sus hermanos vuelven a casa con las riquezas del ogro..
 
 Ricitos de Oro
En la versión de Eleanor Muir en 1831, la intrusa, no era una precisamente una niña encantadora, si no mas bien una anciana fea y malhumorada. Este cuento revela que después de que la vieja es descubierta, los osos la arrojan al fuego y luego intentan ahogarla pero al no morir en ninguno de los dos intentos, deciden empalarla en la aguja de un campanario.

Rapunzel
Una pareja que quiere un hijo vivía al lado de un jardín rodeado de paredes que pertenece a una hechicera. La esposa finalmente embarazada, ve unas campanilas plantadas en el jardín, y las anhela hasta la muerte. Su marido decide ir a juntar algunos para ella y termina enfrentándose con la hechicera, la Dama Gothel, quien lo acusa por robo. Él le ruega piedad, entonces la hechicera le da algunos rapunceles para que se los lleve a su casa con la condición de que el hijo que esta esperando su esposa le sea entregado al momento de su nacimiento. Él acepta. El bebé nace, la hechicera aparece, le designa el nombre de Rapunzel y se la lleva. Cuando cumple doce años y se convierta en una mujercita, la Hechicera la encierra en una torre en el medio del bosque. La Dama Gothel iba a visitarla todos los días y le pedía que deje su largo cabello dorado caer, para luego trepar hasta la torre. («Rapunzel, Rapunzel, deja tu pelo caer, así puedo trepar la escalera dorada»). Un día, el hijo del Rey escucha a Rapunzel cantando en la torre, busca una puerta, pero termina por marcharse sin encontrar ninguna forma de entrar. Vuelve seguido a escucharla cantar, hasta que un día pudo ver a la hechicera visitando a Rapunzel, y de esta manera aprendió cómo llegar hasta Rapunzel. Le pidió que deje caer su cabello, subió hasta donde estaba ella y le propuso matrimonio. Ella aceptó. Juntos planean una forma de sacarla de la torre: él irá todas las noches, evitando a la hechicera que la visita de día, y llevará seda, con la que Rapunzel tejerá hasta formar una escalera. La hechicera descubre que el hijo del Rey está visitando a Rapunzel, lo que la lleva a cortarle el pelo a Rapunzel y dejarla en el medio de un campo desierto. Cuando el hijo del Rey llegó la noche siguiente, la hechicera se ocupó de bajar las trenzas hasta donde estaba él. Cuando el hijo del Rey se encontró con la hechicera en la torre, ella le dice que jamás volverá a ver a Rapunzel. Él, desesperado, salta de la torre, quedando ciego por las espinas que había abajo. Deambuló por algunos años antes de escuchar la voz de Rapunzel, y la encuentra a ella con gemelos en brazos: un niño y una niña. Al oír el príncipe la voz de su amada, corre hacia ella. Y Rapunzel, emocionada por el reencuentro con el príncipe, llora mientras le mira y dos de sus lágrimas humeden sus inservibles ojos y le curan la ceguera.

La bella durmiente
 Un noble que suele cazar en el bosque sigue a su halcón, que le lleva al palacio abandonado, donde halla a la princesa. Enseguida queda prendado por su belleza y, no contento con besarla, tras intentar despertarla, mantiene relaciones sexuales con ella (si es que se le puede llamar relación…).

Nueve meses después la princesa Talía, aún durmiente, da a luz a dos gemelos, un niño y una niña cuyos nombre son Son y Luna. Los niños son cuidados por las hadas, que acompañan a la princesa mientras duerme. Un día el niño trata infructuosamente de cogerse al pecho de su madre, encontrando finalmente su dedo. Empieza a chuparlo y logra, casualmente, extraer de su piel la astilla envenenada. En ese preciso momento Talía recupera el conocimiento (unos cien años después de haber caído “muerta”). Como veis el que despierta a la Bella Durmiente no es un príncipe azul, sino un bebé, hijo de la misma princesa y de un noble violador.

Pasa el tiempo y el noble, recordando los “buenos momentos” vividos con la muchacha durmiente decide acudir de nuevo a palacio (las intenciones ya las podéis imaginar). Para su sorpresa, la princesa está despierta y además no está sola, sino que la acompañan sus dos criaturas. El noble se da cuenta de que son sus hijos y así se lo explica a Talía, que lejos de enfadarse decide iniciar una relación (ahora sí, consentida) con él.
 La pareja pasa una semana de cuento de hadas y entonces el noble se marcha, sin mencionar que el motivo de ello es el obligado retorno con su esposa.
La esposa del noble se entera
Entonces pasa lo que tenía que pasar (para que la historia sea cada vez más increíble:( el noble menciona en sueños los nombre de Talía, Sol y Luna y con ello la esposa del noble se entera de todo, conociendo así la existencia del palacio, de la princesa que en él vive y de los hijos bastardos de su marido. Enfadada hasta más no poder, hace secuestrar a Sol y Luna, que acaba entregando al cocinero, dando la orden de degollarlos y de hacer con su carne un sabroso plato.

La esposa, no contenta con ello, decide quemar viva en la hoguera a Talía, también capturada. En el momento de llegar a la hoguera, Talía solicita poder quitarse primero sus prendas más delicadas, a lo que la mujer accede. Con cada prenda que se quita emite un grito de dolor. Sonidos que el noble acaba oyendo.

La esposa le explica a su marido que Talía ha sido quemada en la hoguera y que, durante la comida, “¡te has comido lo que es tuyo!”, es decir, a sus hijos. En ese instante el noble ordena que su esposa, el secretario y el cocinero sean quemados también en la hoguera.

Sin embargo, Talía no llega a quemarse y el cocinero le explica que no ha sido capaz de hacer daño a los niños y que los ha sustituido por carne de cabra.


El noble y la princesa Talía se casan y el cocinero recibe el título de tesorero real.

Cenicienta 
En este cuento las tres hermanastras de la chica le obligan a vestir harapos. No tiene un hada madrina, sino un carnero mágico que, descubierto por la madrastra, es atado y asado.

Rashin Coatie, afligida por la pérdida de su carnero y deseosa de acudir a un baile real pide un deseo ante los huesos del carnero, solicitando un bonito vestido nuevo con el que acudir. El deseo le es concedido y, vestida con un lujosísimo atuendo, acude al baile donde cautiva al príncipe. Al volver a casa corriendo pierde una preciosa zapatilla de raso.

Como el príncipe queda prendado de su belleza decide ir en su búsqueda con la zapatilla como única prueba y se corre la voz de que el príncipe se casará con la dama que demuestre ser propietaria de la misma. La madrastra decide entonces cortar los dedos de los pies de su hija mayor. Sin embargo, se da cuenta de que todavía no es suficiente, que la zapatilla aún no le cabrá, y le corta también el talón.

El príncipe (que debía de ser medio invidente, imagino), acepta a la hermanastra fea, puesto que la zapatilla le va bien, pero más tarde un pájaro le confiesa que el pie oculto en la zapatilla está incompleto y que la bella muchacha que está buscando responde al nombre de Rashin Coatie. El príncipe se casa con ella y viven felices.
  
En diversas versiones europeas antiguas del cuento, la zapatilla resultó ser de raso, de cuero o de piel. En el cuento francés que inspiró a Perrault era de piel y fue el autor el que decidió transformar la zapatilla en zapato y cambiar el material por cristal, por ser transparente y por ser inalterable. Este detalle cobró tanta fuerza en el cuento que el título acabó siendo: “La Cenicienta o el zapato de cristal”.

Giambattista Basile también hizo de las suyas

Antes de que Perrault escribiera su cuento, Giambattista Basile, el escritor napolitano que escribió la versión de “La Bella Durmiente” de la que hablamos en la anterior entrada, mostró al mundo su propia versión de la historia, con una Cenicienta llamada Zezolla, víctima de malos tratos desde la infancia.

Este cuento comienza con una infeliz niña que planea el asesinato de su malvada madrastra, acto que acaba cometiendo al romperle el cuello (vamos, que Cenicienta podría considerarse como una asesina infantil). Por desgracia para la protagonista, el padre acaba casándose con una mujer aún peor que la anterior, que lejos de venir sola aparece en casa con seis hijas de lo más malvadas, que obligan a Zezolla a trabajar todo el día en casa y en la cocina.


El hada mágica o el carnero no existen en esta versión, ya que la magia proviene de un árbol mágico, más concretamente una palmera, que ayuda a la chica a ir al baile real con ropas lujosas, un caballo blanco y doce pajes. A medianoche la chica desaparece dejando como única muestra de su existencia una zapatilla vacía.

Blancanieves
Había una vez, en pleno invierno, una reina que se dedicaba a la costura sentada cerca de una venta-na con marco de ébano negro. Los copos de nieve caían del cielo como plumones. Mirando nevar se pinchó un dedo con su aguja y tres gotas de sangre cayeron en la nieve. Como el efecto que hacía el rojo sobre la blanca nieve era tan bello, la reina se dijo.
-¡Ojalá tuviera una niña tan blanca como la nie-ve, tan roja como la sangre y tan negra como la madera de ébano!
Poco después tuvo una niñita que era tan blanca como la nieve, tan encarnada como la sangre y cuyos cabellos eran tan negros como el ébano.
Por todo eso fue llamada Blancanieves. Y al na-cer la niña, la reina murió.
Un año más tarde el rey tomó otra esposa. Era una mujer bella pero orgullosa y arrogante, y no po-día soportar que nadie la superara en belleza. Tenía un espejo maravilloso y cuando se ponía frente a él, mirándose le preguntaba:
¡Espejito, espejito de mi habitación! ¿Quién es la más hermosa de esta región?
Entonces el espejo respondía:
La Reina es la más hermosa de esta región.
Ella quedaba satisfecha pues sabía que su espejo siempre decía la verdad.
Pero Blancanieves crecía y embellecía cada vez más; cuando alcanzó los siete años era tan bella co-mo la clara luz del día y aún más linda que la reina.
Ocurrió que un día cuando le preguntó al espejo:
¡Espejito, espejito de mi habitación! ¿Quién es la más hermosa de esta región?
el espejo respondió:
La Reina es la hermosa de este lugar,
pero la linda Blancanieves lo es mucho más.
Entonces la reina tuvo miedo y se puso amarilla y verde de envidia. A partir de ese momento, cuando veía a Blancanieves el corazón le daba un vuelco en el pecho, tal era el odio que sentía por la niña. Y su envidia y su orgullo crecían cada día más, como una mala hierba, de tal modo que no encontraba reposo, ni de día ni de noche.
Entonces hizo llamar a un cazador y le dijo:
-Lleva esa niña al bosque; no quiero que aparez-ca más ante mis ojos. La matarás y me traerás sus pulmones y su hígado como prueba.
El cazador obedeció y se la llevó, pero cuando quiso atravesar el corazón de Blancanieves, la niña se puso a llorar y exclamó:
-¡Mi buen cazador, no me mates!; correré hacia el bosque espeso y no volveré nunca más.
Como era tan linda el cazador tuvo piedad y di-jo:
-¡Corre, pues, mi pobre niña!
Pensaba, sin embargo, que las fieras pronto la devorarían. No obstante, no tener que matarla fue para él como si le quitaran un peso del corazón. Un cerdito venía saltando; el cazador lo mató, extrajo sus pulmones y su hígado y los llevó a la reina como prueba de que había cumplido su misión. El cocine-ro los cocinó con sal y la mala mujer los comió cre-yendo comer los pulmones y el hígado de Blancanieves.
Por su parte, la pobre niña se encontraba en medio de los grandes bosques, abandonada por todos y con tal miedo que todas las hojas de los árbo-les la asustaban. No tenía idea de cómo arreglárselas y entonces corrió y corrió sobre guijarros filosos y a través de las zarzas. Los animales salvajes se cruza-ban con ella pero no le hacían ningún daño. Corrió hasta la caída de la tarde; entonces vio una casita a la que entró para descansar. En la cabañita todo era pequeño, pero tan lindo y limpio como se pueda imaginar. Había una mesita pequeña con un mantel blanco y sobre él siete platitos, cada uno con su pe-queña cuchara, más siete cuchillos, siete tenedores y siete vasos, todos pequeños. A lo largo de la pared estaban dispuestas, una junto a la otra, siete camitas cubiertas con sábanas blancas como la nieve. Como tenía mucha hambre y mucha sed, Blancanieves co-mió trozos de legumbres y de pan de cada platito y bebió una gota de vino de cada vasito. Luego se sin-tió muy cansada y se quiso acostar en una de las ca-mas. Pero ninguna era de su medida; una era demasiado larga, otra un poco corta, hasta que fi-nalmente la séptima le vino bien. Se acostó, se en-comendó a Dios y se durmió.
Cuando cayó la noche volvieron los dueños de casa; eran siete enanos que excavaban y extraían metal en las montañas. Encendieron sus siete faro-litos y vieron que alguien había venido, pues las co-sas no estaban en el orden en que las habían dejado. El primero dijo:
-¿Quién se sentó en mi sillita?
El segundo:
-¿Quién comió en mi platito?
El tercero:
-¿Quién comió de mi pan?
El cuarto:
-¿Quién comió de mis legumbres?
El quinto.
-¿Quién pinchó con mi tenedor?
El sexto:
-¿Quién cortó con mi cuchillo?
El séptimo:
-¿Quién bebió en mi vaso?
Luego el primero pasó su vista alrededor y vio una pequeña arruga en su cama y dijo:
-¿Quién anduvo en mi lecho?
Los otros acudieron y exclamaron:
-¡Alguien se ha acostado en el mío también! Mi-rando en el suyo, el séptimo descubrió a Blancanie-ves, acostada y dormida. Llamó a los otros, que se precipitaron con exclamaciones de asombro. Enton-ces fueron a buscar sus siete farolitos para alumbrar a Blancanieves.
-¡Oh, mi Dios -exclamaron- qué bella es esta ni-ña!
Y sintieron una alegría tan grande que no la des-pertaron y la dejaron proseguir su sueño. El séptimo enano se acostó una hora con cada uno de sus com-pañeros y así pasó la noche.
Al amanecer, Blancanieves despertó y viendo a los siete enanos tuvo miedo. Pero ellos se mostraron amables y le preguntaron.
-¿Cómo te llamas?
-Me llamo Blancanieves -respondió ella.
-¿Como llegaste hasta nuestra casa?
Entonces ella les contó que su madrastra había querido matarla pero el cazador había tenido piedad de ella permitiéndole correr durante todo el día hasta encontrar la casita.
Los enanos le dijeron:
-Si quieres hacer la tarea de la casa, cocinar, ha-cer las camas, lavar, coser y tejer y si tienes todo en orden y bien limpio puedes quedarte con nosotros; no te faltará nada.
-Sí -respondió Blancanieves- acepto de todo co-razón. Y se quedó con ellos.
Blancanieves tuvo la casa en orden. Por las ma-ñanas los enanos partían hacia las montañas, donde buscaban los minerales y el oro, y regresaban por la noche. Para ese entonces la comida estaba lista.
Durante todo el día la niña permanecía sola; los buenos enanos la previnieron:
-¡Cuídate de tu madrastra; pronto sabrá que estás aquí! ¡No dejes entrar a nadie!
La reina, una vez que comió los que creía que eran los pulmones y el hígado de Blancanieves, se creyó de nuevo la principal y la más bella de todas las mujeres. Se puso ante el espejo y dijo:
¡Espejito, espejito de mi habitación! ¿Quién es la más hermosa de esta región?
Entonces el espejo respondió.
Pero, pasando los bosques,
en la casa de los enanos,
la linda Blancanieves lo es mucho más.
La Reina es la más hermosa de este lugar
La reina quedó aterrorizada pues sabía que el es-pejo no mentía nunca. Se dio cuenta de que el caza-dor la había engañado y de que Blancanieves vivía. Reflexionó y buscó un nuevo modo de deshacerse de ella pues hasta que no fuera la más bella de la re-gión la envidia no le daría tregua ni reposo. Cuando finalmente urdió un plan se pintó la cara, se vistió como una vieja buhonera y quedó totalmente irre-conocible.
Así disfrazada atravesó las siete montañas y llegó a la casa de los siete enanos, golpeó a la puerta y gritó:
-¡Vendo buena mercadería! ¡Vendo! ¡Vendo!
Blancanieves miró por la ventana y dijo:
-Buen día, buena mujer. ¿Qué vende usted?
-Una excelente mercadería -respondió-; cintas de todos colores.
La vieja sacó una trenzada en seda multicolor, y Blancanieves pensó:
-Bien puedo dejar entrar a esta buena mujer.
Corrió el cerrojo para permitirle el paso y poder comprar esa linda cinta.
-¡Niña -dijo la vieja- qué mal te has puesto esa cinta! Acércate que te la arreglo como se debe.
Blancanieves, que no desconfiaba, se colocó delante de ella para que le arreglara el lazo. Pero rápi-damente la vieja lo oprimió tan fuerte que Blancanieves perdió el aliento y cayó como muerta.
-Y bien -dijo la vieja-, dejaste de ser la más bella. Y se fue.
Poco después, a la noche, los siete enanos regre-saron a la casa y se asustaron mucho al ver a Blanca-nieves en el suelo, inmóvil. La levantaron y descubrieron el lazo que la oprimía. Lo cortaron y Blancanieves comenzó a respirar y a reanimarse po-co a poco.
Cuando los enanos supieron lo que había pasado dijeron:
-La vieja vendedora no era otra que la malvada reina. ¡Ten mucho cuidado y no dejes entrar a nadie cuando no estamos cerca!
Cuando la reina volvió a su casa se puso frente al espejo y preguntó:
¡Espejito, espejito, de mi habitación! ¿Quién es la más hermosa de esta región?
Entonces, como la vez anterior, respondió:
La Reina es la más hermosa de este lugar,
Pero pasando los bosques,
en la casa de los enanos,
la linda Blancanieves lo es mucho más.
Cuando oyó estas palabras toda la sangre le aflu-yó al corazón. El terror la invadió, pues era claro que Blancanieves había recobrado la vida.
-Pero ahora -dijo ella- voy a inventar algo que te hará perecer.
Y con la ayuda de sortilegios, en los que era ex-perta, fabricó un peine envenenado. Luego se disfra-zó tomando el aspecto de otra vieja. Así vestida atravesó las siete montañas y llegó a la casa de los siete enanos. Golpeó a la puerta y gritó:
-¡Vendo buena mercadería! ¡Vendo! ¡Vendo!
Blancanieves miró desde adentro y dijo:
-Sigue tu camino; no puedo dejar entrar a nadie.
-Al menos podrás mirar -dijo la vieja, sacando el peine envenenado y levantándolo en el aire.
Tanto le gustó a la niña que se dejó seducir y abrió la puerta. Cuando se pusieron de acuerdo so-bre la compra la vieja le dilo:
-Ahora te voy a peinar como corresponde.
La pobre Blancanieves, que nunca pensaba mal, dejó hacer a la vieja pero apenas ésta le había puesto el peine en los cabellos el veneno hizo su efecto y la pequeña cayó sin conocimiento.
-¡Oh, prodigio de belleza -dijo la mala mujer-ahora sí que acabé contigo!
Por suerte la noche llegó pronto trayendo a los enanos con ella. Cuando vieron a Blancanieves en el suelo, como muerta, sospecharon enseguida de la madrastra. Examinaron a la niña y encontraron el peine envenenado. Apenas lo retiraron, Blancanieves volvió en sí y les contó lo que había sucedido. En-tonces le advirtieron una vez más que debería cui-darse y no abrir la puerta a nadie.
En cuanto llegó a su casa la reina se colocó frente al espejo y dijo:
¡Espejito, espejito de mi habitación! ¿Quién es la más hermosa de esta región?
Y el espejito, respondió nuevamente:
La Reina es la más hermosa de este lugar.
Pero pasando los bosques,
en la casa de los enanos,
la linda Blancanieves lo es mucho más.
La reina al oír hablar al espejo de ese modo, se estremeció y tembló de cólera.
-Es necesario que Blancanieves muera -exclamó-aunque me cueste la vida a mí misma.
Se dirigió entonces a una habitación escondida y solitaria a la que nadie podía entrar y fabricó una manzana envenenada. Exteriormente parecía buena, blanca y roja y tan bien hecha que tentaba a quien la veía; pero apenas se comía un trocito sobrevenía la muerte. Cuando la manzana estuvo pronta, se pintó la cara, se disfrazó de campesina y atravesó las siete montañas hasta llegar a la casa de los siete enanos.
Golpeó. Blancanieves sacó la cabeza por la ven-tana y dijo:
-No puedo dejar entrar a nadie; los enanos me lo han prohibido.
-No es nada -dijo la campesina- me voy a librar de mis manzanas. Toma, te voy a dar una.
-No-dijo Blancanieves -tampoco debo aceptar nada.
-¿Ternes que esté envenenada? -dijo la vieja-; mi-ra, corto la manzana en dos partes; tú comerás la parte roja y yo la blanca.
La manzana estaba tan ingeniosamente hecha que solamente la parte roja contenía veneno. La be-lla manzana tentaba a Blancanieves y cuando vio a la campesina comer no pudo resistir más, estiró la ma-no y tomó la mitad envenenada. Apenas tuvo un trozo en la boca, cayó muerta.
Entonces la vieja la examinó con mirada horri-ble, rió muy fuerte y dijo.
-Blanca como la nieve, roja como la sangre, ne-gra como el ébano. ¡Esta vez los enanos no podrán reanimarte!
Vuelta a su casa interrogó al espejo:
¡Espejito, espejito de mi habitación!
¿Quién es la más hermosa de esta región? Y el espejo finalmente respondió. La Reina es la más hermosa de esta región.
Entonces su corazón envidioso encontró repo-so, si es que los corazones envidiosos pueden en-contrar alguna vez reposo.
A la noche, al volver a la casa, los enanitos en-contraron a Blancanieves tendida en el suelo sin que un solo aliento escapara de su boca: estaba muerta. La levantaron, buscaron alguna cosa envenenada, aflojaron sus lazos, le peinaron los cabellos, la lava-ron con agua y con vino pelo todo esto no sirvió de nada: la querida niña estaba muerta y siguió están-dolo.
La pusieron en una parihuela. se sentaron junto a ella y durante tres días lloraron. Luego quisieron enterrarla pero ella estaba tan fresca como una per-sona viva y mantenía aún sus mejillas sonrosadas.
Los enanos se dijeron:
-No podemos ponerla bajo la negra tierra. E hi-cieron un ataúd de vidrio para que se la pudiera ver desde todos los ángulos, la pusieron adentro e inscribieron su nombre en letras de oro proclamando que era hija de un rey. Luego expusieron el ataúd en la montaña. Uno de ellos permanecería siempre a su lado para cuidarla. Los animales también vinieron a llorarla: primero un mochuelo, luego un cuervo y más tarde una palomita.
Blancanieves permaneció mucho tiempo en el ataúd sin descomponerse; al contrario, parecía dor-mir, ya que siempre estaba blanca como la nieve, roja como la sangre y sus cabellos eran negros como el ébano.
Ocurrió una vez que el hijo de un rey llegó, por azar, al bosque y fue a casa de los enanos a pasar la noche. En la montaña vio el ataúd con la hermosa Blancanieves en su interior y leyó lo que estaba es-crito en letras de oro.
Entonces dijo a los enanos:
-Dénme ese ataúd; les daré lo que quieran a cambio.
-No lo daríamos por todo el oro del mundo -respondieron los enanos.
-En ese caso -replicó el príncipe- regálenmelo pues no puedo vivir sin ver a Blancanieves. La hon-raré, la estimaré como a lo que más quiero en el mundo.
Al oírlo hablar de este modo los enanos tuvieron piedad de él y le dieron el ataúd. El príncipe lo hizo llevar sobre las espaldas de sus servidores, pero su-cedió que éstos tropezaron contra un arbusto y co-mo consecuencia del sacudón el trozo de manzana envenenada que Blancanieves aún conservaba en su garganta fue despedido hacia afuera. Poco después abrió los ojos, levantó la tapa del ataúd y se irguió, resucitada.
-¡Oh, Dios!, ¿dónde estoy? -exclamó.
-Estás a mi lado -le dijo el príncipe lleno de ale-gría.
Le contó lo que había pasado y le dijo:
-Te amo como a nadie en el mundo; ven conmi-go al castillo de mi padre; serás mi mujer.
Entonces Blancanieves comenzó a sentir cariño por él y se preparó la boda con gran pompa y mag-nificencia.
También fue invitada a la fiesta la madrastra criminal de Blancanieves. Después de vestirse con sus hermosos trajes fue ante el espejo y preguntó:
¡Espejito, espejito de mi habitación! ¿Quién es la más hermosa de esta región?
El espejo respondió:
La Reina es la más hermosa de este lugar. Pero la joven Reina lo es mucho más.
Entonces la mala mujer lanzó un juramento y tuvo tanto, tanto miedo, que no supo qué hacer. Al principio no quería ir de ningún modo a la boda. Pero no encontró reposo hasta no ver a la joven reina.
Al entrar reconoció a Blancanieves y la angustia y el espanto que le produjo el descubrimiento la de-jaron clavada al piso sin poder moverse.

Pero ya habían puesto zapatos de hierro sobre carbones encendidos y luego los colocaron delante de ella con tenazas. Se obligó a la bruja a entrar en esos zapatos incandescentes y a bailar hasta que le llegara la muerte.

bueno y aquí el doujinshi xDD
es uno donde Suzaku y mi amadisimo Lelouch resuelven su tensión sexual
 Beward Mr Wolf
Anime: Code Geass
Pareja: LelouchxSuzaku
Rango:+18

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